domingo, 16 de enero de 2011

Mi enfermedad.

Amo y odio los domingos. Son mis días sagrados: un domingo hago únicamente lo que me apetece. Si me quiero pasar el día encerrada en mi casa atiborrándome de cosas engordativas, lo hago. Si quiero salir y que el sol se pasee libremente por mi piel, lo hago. Si quiero caminar bajo una lluvia torrencial y volver hecha una sopa, lo hago. Pero los domingos tienen más de veinticuatro horas.. Los domingos siempre estoy más sola. Y si algo que no puedo evitar los domingos, sobre todo los domingos, es recordar. Y yo, día sí, día también, estoy enferma de recuerdos.

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